RETRATO DE ABD AL-RAHMAN III (912-961)
El reinado de Abd Al-Rahman duró cincuenta años con la mayor gloria y el poder más
incontrastable, conquistando ciudades por Oriente y Occidente, combatiendo y venciendo a los
cristianos, arrasando sus comarcas y destruyendo sus castillos con tal fortuna que jamás tuvo
contratiempo, ni su estado sufrió detrimento alguno. A tal punto llegó su próspera suerte, que Dios le
concedió la conquista de ilustres ciudades y fuertes castillos a la otra parte del mar, tales como Ceuta y
Tánger y otras poblaciones cuyos habitantes reconocieron su autoridad. Mandó a ellas sus alcaides y
soldados que las mantuvieran, auxiliándolas con numerosos ejércitos y escuadras, que invadieron el
país berberisco, venciendo a sus reyes, quienes se encontraron obligados a ocultarse estrechados por
todas partes, o a someterse arrepentidos o a emprender la fuga.
Todos pusieron en él su afecto; a él se dirigieron todas las inteligencias y vinieron a favorecerle
y ayudarle en sus guerras los mismos que antes formaban parte de sus enemigos y habían puesto su
conato en combatirle; pero retrocedió en su marcha, y su orgullo le extravió cuando el estado de su
reino era tal que si hubiera perseverado en su antigua energía con la ayuda de Dios hubiera
conquistado el Oriente no menos que el Occidente. Pero se inclinó, Dios le haya perdonado, a los
placeres mundanos; apoderóse de él la soberbia, comenzó a nombrar gobernadores más por favor que
por mérito, tomó por ministros personas incapaces e irritó a los nobles con favores que otorgaba a los
villanos, como Nachda el de Hira y sus compañeros de la misma ralea. Dio a éste el mando del ejército
y le confió los más arduos asuntos [...].
Fue derrotado [el 326] de la manera más desastrosa [...]. Desde entonces no volvió a salir a
campaña personalmente, sino que se dedicó a sus placeres y a sus construcciones, en lo que llegó a un
punto al que no habían llegado sus predecesores, ni alcanzaron después sus sucesores; contándose de él
en este concepto muchas anécdotas que, por sobrado conocidas, no son de referir. Reunió una
servidumbre de hombres eminentes y de ilustres literatos como no habían reunido jamás otros reyes,
siendo a la vez personas de purísima conducta y ejemplar vida.
Ajbar Machmua, en SÁNCHEZ ALBORNOZ, La España musulmana, I, Madrid, 1973, pp. 352-353
El reinado de Abd Al-Rahman duró cincuenta años con la mayor gloria y el poder más
incontrastable, conquistando ciudades por Oriente y Occidente, combatiendo y venciendo a los
cristianos, arrasando sus comarcas y destruyendo sus castillos con tal fortuna que jamás tuvo
contratiempo, ni su estado sufrió detrimento alguno. A tal punto llegó su próspera suerte, que Dios le
concedió la conquista de ilustres ciudades y fuertes castillos a la otra parte del mar, tales como Ceuta y
Tánger y otras poblaciones cuyos habitantes reconocieron su autoridad. Mandó a ellas sus alcaides y
soldados que las mantuvieran, auxiliándolas con numerosos ejércitos y escuadras, que invadieron el
país berberisco, venciendo a sus reyes, quienes se encontraron obligados a ocultarse estrechados por
todas partes, o a someterse arrepentidos o a emprender la fuga.
Todos pusieron en él su afecto; a él se dirigieron todas las inteligencias y vinieron a favorecerle
y ayudarle en sus guerras los mismos que antes formaban parte de sus enemigos y habían puesto su
conato en combatirle; pero retrocedió en su marcha, y su orgullo le extravió cuando el estado de su
reino era tal que si hubiera perseverado en su antigua energía con la ayuda de Dios hubiera
conquistado el Oriente no menos que el Occidente. Pero se inclinó, Dios le haya perdonado, a los
placeres mundanos; apoderóse de él la soberbia, comenzó a nombrar gobernadores más por favor que
por mérito, tomó por ministros personas incapaces e irritó a los nobles con favores que otorgaba a los
villanos, como Nachda el de Hira y sus compañeros de la misma ralea. Dio a éste el mando del ejército
y le confió los más arduos asuntos [...].
Fue derrotado [el 326] de la manera más desastrosa [...]. Desde entonces no volvió a salir a
campaña personalmente, sino que se dedicó a sus placeres y a sus construcciones, en lo que llegó a un
punto al que no habían llegado sus predecesores, ni alcanzaron después sus sucesores; contándose de él
en este concepto muchas anécdotas que, por sobrado conocidas, no son de referir. Reunió una
servidumbre de hombres eminentes y de ilustres literatos como no habían reunido jamás otros reyes,
siendo a la vez personas de purísima conducta y ejemplar vida.
Ajbar Machmua, en SÁNCHEZ ALBORNOZ, La España musulmana, I, Madrid, 1973, pp. 352-353
1. ENCUADRE.
- Período general: Alta Edad Media.
- Período concreto: al Andalus, el momento más pleno del Califato Omeya.
- Localización geográfica: la península Ibérica.
- Es un documento original de la época, luego es una fuente primaria.
- Es un documento individual, se trata de un historiador anónimo de época inmediata al califato, del tipo crónica. Ajbar Machmua significa "Colección de tradiciones".
- Cómo la mayoría de las historias tradicionales, tienen una naturaleza histórica y literaria, sin descartar lo legendario.
- A pesar de ser una obra antigua, tiene un enfoque historiográfico.
- Es un documento público.
- El autor es desconocido.
- El concepto fundamental del texto es el gobierno de Abderramán III, el momento más brillante del Califato de Córdoba.
2. CAUSAS.
- Deberíamos verter toda la teoría posible sobre la caída del reino visigodo, la conquista islámica, los regímenes de al Andalus hasta la llegada de Abderrahman III. Podemos incluir las clases sociales islámicas.
3. Análisis: deberíamos hacer una reseña de los logros de Abderramán, de sus errores y del legado que deja.
- Hace referencia a sus victorias sobre los cristianos, reales e irreales.
- Su política norteafricana, motivada por su rivalidad con el Califato Fatimita.
- Su política cultural.
- Su rivalidad con la nobleza y su apoyo a los políticos profesionales.
4. Consecuencias: los gobiernos subsiguientes de al Andalus y el avance cristianos. Podemos hablar también de los logros culturales y económicos.
5. Conclusión: La mayoría de las fuentes de la época son importantes, sobre todo por la escasez de ella, pero hay que hacer una crítica de ellas, puesto que la objetividad de estos textos es inexacta y dudosa.
Abderrahlman fue un gran organizador pero mal militar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario